Cosa de hermanos [Reinhard]

Cosa de hermanos

De haber sabido lo que pasaría esa noche, Erich jamás hubiese salido de casa a pasarla bien con sus amigos. No debía, claro que no; su padre se lo tenía temrinantemente prohibido, las razones eran lo de menos si la orden estaba clara, pero poco le importó. No sería la primera vez que lo desobedeciera en sus diecinueve años de vida, no sería tampoco la primera vez que su hermana lo cubría mientras él salía por la ventana de su habitación, pero sí sería la primera vez que se arrepentiría de no haber obedecido a su padre.

Entró por la puerta que daba al jardín y que encontró abierta. Conocía bien su casa en la oscuridad de la noche, así que no sacó su móvil para usarlo de linterna y se guiaba por las siluetas perfiladas por la luz del exterior. Intentaba pisar con cuidado pero sus ojos poco a poco fueron encontrando más objetos fuera de lugar y frunció el ceño un poco extrañado. Había un silencio lleno de rareza en el interior y finalmente escuchó ruidos provenientes de la planta alta. Para llegar a las escaleras, debía cruzar la sala. Ahí lo vio primero: su padre, o mejor dicho, el cuerpo de su padre, lleno de sangre y con muestras de que había dado pelea antes de yacer así. Corrió a las escalerras y en lo alto encontró el cuerpo de su madre, todavía más brutalmente asesinado que el de su padre y lo único que le quedó, fue llegar con el miedo a la habitación de su hermana.

-¡Erin! -gritó al cruzar el portal cuya puerta estaba tirada y destrozada. Solo vio uan figura encima de su hermana, que volteó la vista a él con una sonrisa siniestra, llena de sangre. Erich intentó alcanzarlo y arremeter contra él, pero la criatura fue mucho más rápida y dejó a los gemelos solos, como si disfrutara de ello.

-¡Erin, Erin! -sus manos temblaban, se dejó caer en el piso y sujetó a su hermana, buscando su rostro para comprobar que estaba bien. Respiraba, pero estaba como ida y el muchacho solo comenzó a quitarle mechones del cabello de la cara y limpiarle la sangre que también había alrededor de su boca. Era más oscura que la de una persona, pero era sangre al fin y al cabo-. Erin, aquí estoy... quédate conmigo, por favor... Erin...

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Por el contrario, Erin jamás culpó ni culpará a su hermano de lo sucedido aquella noche. Nunca se cansará de decirle a Erich que lo que ocurrió no fue culpa suya y que, probableme, de haber estado él presente la cosa hasta hubiera podido acabar peor. Erin no quería pensar en qué hubiera sido de ella si hubiera perdido a Erich esa noche.

Erin había encubierto a su hermano como otras tantas noches para que este pudiera salir y disfrutar. No era la primera vez ni sería la última. Bueno, sí lo sería pero eso Erin no lo sabía entonces. Ella era un poco más cobarde que Erich con respecto a las advertencias de sus padres, pero eso no significaba que fuese a impedir que su hermano lo pasara bien, así que le gustaba ayudarle. Todo estaba bien, Erin leía Crepúsculo en su cuarto mientras sus padres veían la televisión en el salón (si es época antigua ignoremos este hecho). Erin estaba concentrada en su lectura y el intruso no hizo nada de ruido al colarse en la casa de los Reinhard. El primero en morir fue su padre. Entonces fue cuando los gritos de su madre alertaron a Erin. Su madre intentó huir escaleras arriba para prevenir a su hija, pero nunca llegó a tiempo. Cuando Erin salió de su cuarto llegó justo a tiempo para ver a aquel ser dejando seca a su madre. Erin gritó y quiso correr hacia su madre pero la criatura se puso en pie y fue hacia ella. La chica cerró rápidamente la puerta de su cuarto e intentó hacer barricada con algo para impedir que entraran, pero la cosa era rápida y fuerte por lo que no sirvió de nada.

...

Del resto ya poco recuerda Erin. La cosa se le echó encima, algo le perforó el cuello. Dolor y quemazón en la zona, después se desmayó y permaneció inconsciente hasta la vuelta de Erich.
- ¿Erich? ¿Erich, eres tú?- apenas se le logró entender, tenía la voz ronca y la garganta le ardía como si hiciera semanas que no bebía una gota de agua. Se encontraba perdida y desorientada, le costó recordar lo ocurrido.

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Erich vio también la herida en el cuello de su hermana. Una mordida, no varias como vio en sus padres... ¿qué era eso? En el fondo lo sabía, pero no podía, o tal vez no quería creerlo, solo le importaba su hermana. Tenía los ojos al borde del llanto, pero no lloraría porque su hermana seguía viva, ¿cierto? Si por lo menos ella despertaba, Erich podría ser fuerte...

Y lo hizo, y unas pocas lágrimas se le escaparon de alivio. Abrazó con cuidado a su hermana, pero no por eso hubo menos calidez en sus brazos. Ahí fue cuando comenzó a culparse. "Idiota, idiota, dbiste estar aquí, debiste haber ayudado a papá..." esa fue la primera vez que se dijo aquello y no podría detener las palabras en el futuro. Repira de forma pesada un par de veces y se aleja un poco de su hermana para poder verla. Sigue perdida, hay algo raro en sus ojos, pero es su melliza a final de cuentas. Y él divirtiéndose con sus amigos...

Soy yo, soy yo, Erin -las palabras le salen con dificultad, todavía perseguidas por la imagen de los cadáveres de sus padres, imagen que lo acechará por bastante tiempo en sus pesadillas futuras-. Todo va estar bien, no te preocupes -lo jura y saca con una temblorosa mano su celular. Tiene que llamar a urgencias, también a la policía, es lo lógico aunque hay un pequeño presentimiento que le impide hacerlo cuando logra desbloquear el aparato y se queda con los ojos en los números. Erin no está muerta. Aquel... ser la dejó como si hubiera terminado con su tarea. No la mató, la dejó ahí. ¿Por qué? Sus ojos, de un azul claro como los de su hermana, se dirijeron hacia ella. Estaba viva y era lo único que importaba, eso era todo lo que Erich podía comprender.

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La cabeza de Erin daba vueltas intentando recordar lo sucedido pero el dolor de cabeza, la quemazon del cuello y de la garganta le impedían pensar con claridad. Pero poco a poco le fueron llegando recuerdos de lo ocurrido junto a la imagen de su madre tendida al borde de las escaleras y llena de sangre. Rápidamente se revolvió inquieta, le escocían tanto los ojos que no sabría asegurar si se había sumado a las lágrimas de su hermano.

- M-Mamá... y papá... ¿Cómo están...?- en el fondo lo sabía, le bastaba con ver a su hermano para saberlo todo pero no lo quería asimilar y no era consciente de que con la pregunta lo más probable es que lo único que consiguiera fuera causar más dolor a Erich.

Devolvió el abrazo a su hermano deseando creer lo que decía de que todo iría bien. Pero no, algo no iba bien y lo supo en el momento en el que la garganta le empezó a arder con mayor intensidad. Al principio no comprendió el por qué, luego supo que era por su hermano. Estaba muy cerca. Ella tenía mucha sed. Poco a poco creyó comprender qué le pasaba (digo creyó porque estas cosas siempre cuestan asimilarlas(?)).

- Algo va mal...- dice en un susurro, apartándose de su hermano y alejándose lo posible de él-. ¿Qué me ocurre, Erich?- le cuesta mirar a su hermano a los ojos, pero lo hace. Ella no lo ve, pero ahora los tiene como si estuvieran inyectados en sangre.

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En efecto, la pregunta de su hermana se clavó e hizo que doliera demasiado para Erich. Él era el mayor, él era quien debía haber ayudado a evitar aquello. Si se hubiera quedado, habría ayudado a su padre y su madre no ahbría muerto y los cuatro solo habrían pasado una mala noche. "Y si, y si, y si..." Solo logró bajar la vista y negar con la cabeza, porque era demasiado el dolor y demasiada la culpa en ese momento, que incluso lo dejaron mudo cuando separó los labios tras humedecerlos. Debería ser más fácil si pudiera admitirlo en voz alta, pero no pudo.

Entre ellos dos, tal vez no haya una conexión psíquica super intensa, pero llevan una vida juntos y se conocen. Sí que hay alguna conexión, saben leerse mutuamente, incluso esa noche Erich había tratado de convencerla para salir juntos, cosa que muy pocas veces hacía. Recordó unas horas atrás, haberle dicho que fuera con él, que la esperaría y prometía regresar temprano, pero no la convenció. Tal vez si hubiera insistido un poco más... "tal vez, tal vez, tal vez". De nada le sirvió pensar todas esas cosas cuando Erin se alejó de él. Se veía algo frágil, como si en algún momento su cuerpo la fuera a traicionar de nuevo y él seguía con el celular en una mano. Lo guardó.

Le vio los ojos. Era Erin, sí. Pero era diferente, de alguna manera era diferente, puede que lo supiera por esa conexión natural de hermanos, que algo estaba mal con ella a pesar de estar viva, así que trgó saliva sin asustarse, porque era su hermanita y debía cuidar de ella sin importar nada, ¿cómo podría hacer otra cosa? Sus padres querrían que estuvieran juntos si ellos faltaban. Eran una familia normal, promedio y ahora solo estaban ellos dos. Si Erin hubiera muerto, Erich estaría peor que perdido.

-Yo... -apartó la vista porque le costó un poco. Costaba demasiado y se encoge de brazos. Historias. En el lugar donde vivían, en aquella ciudad, había escuchado cientos de historias desde que era pequeño, pero eran solo eso: historias. Unas decían uans osas, otras saltaban contradiciénndose, pero lo que fueran, tan macabras como solía suceder, no pasaban de un mito urbano que se transmite de boca en boca. No podía ni evocar la palabra en su mente, porque algo se bloqueaba, noq uería creerlo-. No lo sé. ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? -Trevor era el que más estaba entusiasmado con esas cosas siempre, era quien más sabía y quien más contaba. Trevor le contaba de todo, realmente: de todo. Casas embrujadas, seres femeninos que gritaban cuando la muerte se acercaba, espectros vengativos... ese chico se las sabía todas y hasta tenía un blog de internet especializado en eso, pero oculto. Más de una vez, Trevor le contó lo que pasaba cuando alguien era mordido y luego presentaba esos ojos rojos. Pero entonces eran solo historias.

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El dolor que transmitía su hermano enseguida contagió a Erin. En el fondo lo sabía, pero es una de esas cosas que te niegas a creer. Al igual que se niega a creer lo que está pasando por muchas historias que haya oído (la mayoría en boca de aquél amigo extraño de su hermano). No insiste más con sus padres pues ha visto como Erich guardaba su móvil, si hubiera alguna esperanza con respecto a ellos hubiera llamado a emergencias. Y en cuanto a ella, sea lo que sea lo que le ocurre, se recuperará, tiene que hacerlo por su hermano.

Mira a Erich y sufre mucho al verle así, lo conoce lo suficiente para saber lo que está cruzando por sus pensamientos y lo mucho que se está autocastigando a sí mismo. Le gustaría volver a abrazarlo y decirle que todo se va a arreglar, llorar por lo ocurrido a sus padres o incluso gritar, pero la conmoción le impide hacer otra cosa que no sea quedarse ahí encogida sobre sí misma contra la pared. Es como si estuviese en su mundo.

Pasa un rato en silencio, meditando sobre las preguntas de su hermano y sin saber bien qué contestar pues no sabe explicar cómo se siente. Dentro de lo que cabe, quitando el dolor punzante del cuello y el ardor de la garganta... no se siente mal.

- Tengo... sed- responde finalmente con voz ronca, sin atreverse a devolver la mirada y medio ocultando su rostro a Erich como si temiera que este estuviera desfigurado o algo.

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Qué más quisiera Erich que volver a aacercarse a su hermana y abrazarla, pero sus pies están ahí clavados a cierta distancia. Jamás la había visto así y eso lo parte todavía más, porque ni siquiera lo ve a los ojos, porque tiembla y está más pálida de lo usual, porque muy en el fondo los dos saben lo que está pasando pero no se atreven a decirlo.

El silencio es ensordecedor, lo aprisiona y lastima mientras ella no dice nada y él no tiene otra opción salvo ver a los lados en la habitación de su hermana. Tienen que solucionar eso, deben de estar juntos y pensar en equipo como tantas veces lo hacen, pero primero necesita asegurarse de que ella estará bien y lo difícil es cuando dice que tiene sed. Tal vez sea la prueba de fuego, así que asiente en silencio y traga saliva-. Espera aquí -le pide como si por si acaso pensara en huir y baja a la cocina. Le cuesta tanto ignorar los rrestos de sus padres, que probablemente sea mejor dejar así y toma un trapo para sacar dos vasos, uno sobre el que pone agua y en el otro... con un cuchillo se hace una cortada en la mano y presiona para que caiga la sangre en él, dejando el cuchillo donde estaba. Se limpia y ata un trozo de otra tela a su mano, auqnue aprovecha para mancharse un poco la ropa. Es como si supiera perfectamente lo que debe de hacer para engañar a la policía.

Vuelve pronto con Erin, ignorando con todo su pesar a su madre en las escaleras y cierra la puerta con el pie-. Toma -le ofrece ambos vasos, el de agua y el de sangre. Es que es tan surreal, pero tan cierto al mismo tiempo... saber que las historias no son solo historias...

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Tiene que reconocer que la idea de dejar la casa es tentadora. No iba a abandonar a su hermano, eso está claro, sólo salir a que le dé el aire y aclararse, o mentalizarse. No le ha dicho nada a Erich, pero poco a poco sentía como su sentido del olfato se iba agudizando y el olor a sangre y muerte que invade toda la casa la abrumaba. Pero Erin sólo asiente con la cabeza y obedece a su hermano, esperando en el piso de arriba a que él vuelva. Le cuesta, pero consigue ponerse en pie para abrir las ventanas más cercanas, aunque esto no fue suficiente para conseguir que el olor desapareciera ni disminuyera.

Antes siquiera de que Erich volviera, Erin ya sabía lo que estaba haciendo. La rubia quería gritar para evitar que siguiera, pero la conmoción y su garganta le impedían hacerlo. Ahora sí que quería salir de la casa, no quería que Erich siguiera viéndola así, pero se sentía muy cansada.

- Gracias, Erich-  consigue decir cuando su hermano vuelve, más que por los vasos por todo en general. Eso sí, evita el contacto visual con él, es que le cuesta. Rápidamente alarga su mano para tomar el vaso de agua, el otro lo ignora por completo como si no estuviera ahí, y se la bebe con tal desesperación que hasta derrama una parte. Mala idea, muy mala. El agua hace que se le revuelvan las tripas y sienta ganas de potar, además de darle todavía más sed. Y, aún así, sigue ignorando el segundo vaso como negándose a admitir que es lo que necesita y que, una parte perversa de ella, desea-. Me pondré bien, es sólo... la conmoción- esto va tanto para su hermano como para sí misma-. Lo que hay que hacer es salir de aquí... esa cosa podría volver- y sólo le faltaba que hicieran daño a su hermano y ella ahí incapacitada sin poder hacer nada para evitarlo.

Intenta ponerse en pie para que Erich pueda hacer lo mismo, pero no lo consigue. Ese vaso de agua la ha dejado peor que si se hubiera bebido una botella de vodka.

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Su cerebro trabaja a mil por hora, pensando todos sus siguientes pasos. ¿Les creerán que ellos son inocentes? Probablemente, Erich tiene testigos de su lado, pero ¿qué dirán sobre Erin? Pueden decir solo la verdad sin detalles y eso sería todo. ¿Esperan o se van? Sus maestros siempre le han dicho que es muy inteligente y podría lograr grandes cosas, así que se esfuerza por lograr algo grande esa noche con tal de sacar de apuros a su hermana.

-Sabes que para eso estoy aquí -le dice de forma suave, como intentando tragar su culpa. Al ver la mala cara que pone y cómo se niega a tomar la sangre, recarga las rodillas en el piso, pero todavía con cierta distancia no porque le tema, sino porque la ha visto a ella alejarse. Y la sostiene para evitar que se caiga-. Erin, escucha -la busca con la mirada, a pesar de que le cuesta verla a esos ojos azul cielo que tanto han cambiado en cosa de nada-. Sé que esto parece surreal, pero necesitas estar bien. Los vecinos habrán escuchado y la policía no deberá de tardar. Podemos irnos y dejar todo así, haciendo que probablemente nos busquen o podemos quedarnos. Esperar a que tomen nuestra declaración y luego irnos. Cualquiera que sea la decisión, necesito que estés bien. Necesito que seas capaz de ponerte de pie y hablar, solo eso. Lo que quieras hacer, sabes que estoy contigo, pero te necesito un poco bien -está seguro de que no le está pidiendo mucho. Él se puede encargar de todo lo demás de hecho, por mientras se pone de pie y se asoma a la ventana-. Puedes ir a mi habitación si eso te hace sentir un poco mejor -era la última al final del pasillo y la había visto cerrada todavía. Se queda ahí en la ventana para darle tiempo a su hermana de beber si era necesario.

Ojalá no fuera eso, ojalá... ojalá solo fuera la conmoción, el mal sueño... pero lo que vio no lo puede negar y tampoco lo que ha visto en esos minutos. ¿Cómo es que se ha mantenido tan frio? Debe ser por Erin, seguramente.

Casa Reinhard | 02:38 a.m. | Hermanos Reinhard |[Flashback]

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Erin siempre ha envidiado lo sereno que es capaz de mantenerse su hermano en determinadas circunstancias. Ella también puede ser así, pero Erich siempre le ha ganado en cuanto a temple y serenidad. Ella ahora misma desde fuera puede parecer que está muerta en vida, pero por dentro es un manojo de nervios porque no sabe qué hacer. Sabe que su hermano tiene razón y que lo mejor que puede hacer es lo que él le dice, pero no es fácil y más cuando la sangre que hay en ese vaso es la de Erich.

- Yo no quiero estar aquí cuando lleguen, Erich- confiesa finalmente. No quiere dejar la casa con los cuerpos de sus padres así, pero el simple hecho de pensar que más personas la verán en esa situación la aterra pues no sabe cómo va a reaccionar a tanta presión-. No hace falta, lo haré- ahora mismo entre eso y tener que enfrentarse al interrogatorio, prefiere el vaso.

Sin añadir nada más, se gira para dar la espalda a su hermano y comienza a beber. Al principio son pequeños sorbitos, por probar. Deseaba que le diera arcadas y descubrir así que todo había sido una equivocación. Pero no hubo arcadas y enseguida los sorbitos pasan a ser tragos llenos de ansia y necesidad. Sin embargo aún mantenía la consciencia pues procuraba hacer el menor ruido posible, como si así evitaría que su hermano no supiera lo que estaba haciendo.

- Creo… que estoy mejor- anuncia, volviéndose de nuevo hacia su hermano tras secarse la boca. En realidad no lo cree, lo sabe. Vamos, ha notado la mejoría de forma casi instantánea aunque le cueste asimilarlo y no quiera reconocer el subidón que ha sentido al probar la sangre. Todavía nota su sabor metálico en la boca.

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